agonizantes estrellándose contra el suelo
anuncia la llegada del otoño al alma,
un estruendo solo comparable al que forma
la algarabía de los corazones perennes,
sonidos mundanos y compatibles,
sonidos que actúan como ácido en mi,
melodías enloquecedoras,
de las de bailar en soledad,
aún así deben haberos ensordecido,
no entiendo la impasibilidad de vuestros rostros,
no se como no danzais hasta caer exahustos,
si no os apresurais se irán,
como todo se va cuando no se aferra
como si en ello nos fuera la vida,
se irá la banda sonora de vuestra existencia,
o quizás se transforme en el compás que
os guiará a la muerte,
en todo caso parece no importaros,
yo por mi parte seré la nota perdida,
el desafinado aliento,
desacompasado bailarín
de ese vals monótono de la vida,
ritmo indescifrable y sobrante en
la partitura del día a día,
pero nunca indiferente,
expectante,
atento,
tarareando la canción que no
quereis escuchar,
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